¿Cómo abordar el estudio de una pieza de órgano?

Cuando uno se plantea aprenderse una nueva pieza de órgano es normal preguntarse: "bueno, y ¿cómo empiezo?". Estamos ante un momento crucial que decidirá en gran medida el resultado final de lo que hagamos...


En el mundo de la música no se pueden dar recetas que sirvan siempre y universalmente, ya que cada persona es distinta y cada pieza que vayamos a aprender tiene unas dificultades diferentes. Sin embargo si que hay unas ciertas pautas que nos pueden orientar a la hora de abordar con éxito el estudio de una nueva partitura.

Aproximación previa

Es muy importante hacer una aproximación previa a cualquier partitura antes de sentarse al órgano. Recuerdo que cuando hacíamos los cursos de verano en Santiago de Compostela con Montserrat Torrent ella siempre nos decía que la mitad del estudio de una partitura lo hacía en la mesa del salón de su casa... Y es cierto. Antes de empezar a estudiarla en el instrumento podemos avanzar trabajo observando lo siguiente y marcando en la partitura:

Como está compuesta la pieza (estructura, secciones, cambios de teclado, etc...)
Qué tipo de obra es (de qué época o estilo, qué tipo de forma tiene, qué textura tiene, si está basada en un tema como un coral, etc.)
Qué pasajes presentan mayor dificultad aparente (pasajes enrevesados de voces o ritmos, pedal abundante y saltarín, cambios a tonalidades de muchas alteraciones, etc.)

Cuando hayamos hecho esa primera aproximación ya tendremos en la cabeza una cierta idea de cómo abordar el estudio de la pieza y de cuáles serán las dificultades mayores que encontraremos.

Constancia

La práctica instrumental se parece mucho al deporte. Para avanzar hay que adquirir un hábito cotidiano de entrenamiento, haga calor, frío, lluvia o nieve. Si no se sigue un hábito constante de trabajo no se puede avanzar.

-¿Qué me quieres decir, que tengo que tocar todos los días?

¡Pues claro! Y si no todos los días al menos con regularidad. El tiempo y regularidad dependerá de cada cual y de sus circunstancias. No es el mismo tiempo el que le debe dedicar un profesional que un aficionado o el que le puede dedicar un estudiante que un padre de familia con críos pequeños. Pero la clave es la constancia. Es más productivo tocar cada día 15 minutos (y más fácil habituarse si son siempre en el mismo momento del día) que el fin de semana 2 horas. La música tiene mucho de hábito y el hábito se adquiere más por una repetición continuada en el tiempo que por una "sobredosis" de repeticiones puntuales.

Vale, y... ¿cuánto tiempo estudio al día?

De nuevo dependerá de las posibilidades y aspiraciones de cada cual. Pero se podría decir que con menos de una hora diaria es difícil avanzar en los estudios profesonales de los primeros cursos. Con menos de dos horas diarias es difícil terminar dichos estudios. Y con menos de 3 ó 4 horas diarias (no tienen por qué ser seguidas) es difícil realizar bien los estudios superiores. Por supuesto, si podemos estudiar más tiempo mejor que mejor.

Organizar el tiempo de estudio

Algo que escucho com pena decir en numerosas ocasiones a los alumnos es lo siguiente:

-"Estudio mucho y no avanzo"

A lo que suelo contestar:

-"¡No!, crees que estudias mucho pero no estudias mucho, y por eso no avanzas."

Y es que estar mucho tiempo en el órgano no es sinónimo de estudiar mucho, del mismo modo que puedo estar horas delante de un libro de química orgánica sin que por ello signifique que me haya empapado de algo. Estudiar requiere estar activo mentalmente, buscar estrategias, localizar problemas y reflexionar sobre como solucionarlos... Nada más alejado de estudiar que el repetir mecánicamente con nuestra mente en "modo avión".

Por eso, después de haber conseguido la constancia en el tiempo de estudio es muy importante organizarse dicho tiempo. Si me paso atascado en un pasaje 1 hora entera, los 50 minutos que han venido después de los 10 primeros son tiempo "tirado a la basura", porque la mente se va espesando y pierde su frescura. Es mejor dividir el tiempo en trozos pequeños y dedicarse en esos trozos pequeños de tiempo a un pasaje o dificultad concretos. Series de 15 o 20 minutos podrían ser buenas para dividir nuestro tiempo de estudio. Así iremos refrescando la mente al comenzar tras un rato con un nuevo objeto de estudio.

Bueno, y la pregunta del millón: ¿cómo estudio?

He aquí la parte que suele ser más decisiva a la hora de que el estudio produzca sus frutos. Hay muchos modos de abordar el estudio de una partitura nueva, y quizas lo mejor es usar todas las que se nos ocurran. Daré a continuación algunos consejos que nos pueden servir de buenas ideas para explorar.

1. Digita las obras. Sobre todo en los primeros años, marca los dedos que vas a poner. Si tienes una mente prodigiosa y los recuerdas todas no hace falta, pero si eres un mortal te ahorrará mucho tiempo saber que siempre pones el 3 en ese fa# porque lo has marcado que no poner cada vez el dedo que caiga. No hace falta que apuntes tooodos los dedos. Al final parecerá un jelogrífico egipcio y no mirarás ninguno. Apunta los dedos clave: en los que la mano cambia de posición, en los que hay un paso complicado, en los que si no pones ahí ese dedo luego no caes bien en lo siguiente... De nuevo con el tiempo necesitarás poner menos dedos porque al ver determinada figuración la asocias con una determinada digitación, pero en los comienzos es muy importante adquirir este hábito.

2. No mires los teclados ni el pedalero. Aprender una partitura memorizando fragmentos y mirando cómo se ven en el teclado al tocarlos es un hábito con un recorrido muy corto. Te cierra las puertas de la lectura a primera vista (que tanto necesita un organista), te hace avanzar más lentamente en el estudio de nuevas obras, te obliga a memorizar todo (aunque la memoria también es un hábito bueno a desarrollar, pero ¡sin dependencia visual!) y te puede crear una disociación entre lo musical y lo espacial, dándose el caso de que tocas perfectamente una obra difícil porque sabes qué teclas hay que pulsar y en qué momento, pero no tienes ni idea de qué notas son las que tocas ni de qué ocurre musicalmente en esa obra. Los manuales y el pedalero tienen que ser tan familiares al organista que sin mirarlos sepa donde está cada nota. Ciertamente, en saltos grandes o pasajes muy difíciles puede hacerse necesario mirar el teclado o el pedalero, pero eso es distinto de andar esclavo de mirar para poder tocar.

3. Estudia por trozos. Si hoy salgo de Pamplona a Santiago por el Camino de Santiago, cuando llegue al final dentro de un mes seguramente tendré una idea general de lo que he visto, pero no podré decir que conozca bien el Camino de Santiago. Sin embargo, si hago pequeñas salidas por la Cuenca de Pamplona explorando cada día caminos y zonas nuevas, finalmente podré decir que me conozco la Cuenca de Pamplona como la palma de mi mano. Muchas veces pongo este símil a mis alumnos, porque estudian haciendo sucesivas pasadas (a primera, segunda, tercera vista...) a las obras de arriba abajo. Así es muy difícil llegar a saberse bien una obra. Cuando empiezas a aprender una nueva pieza, después de la aproximación inicial de la que hablamos antes es posible que se hayan identificado secciones, frases, ideas, motivos... Estudia siguiéndolos. No estudies por trozos ilógicos sino por trozos musicales, lo que te ayudará a dar un sentido musical posteriormente a tu interpretación. Busca fragmentos que acaben con una cadencia, con el fin de una voz, con el fin de una frase, con el fin de una sección... No busques trozos muy grandes, es mejor aprender bien trozos pequeños y "coserlos" después unos con otros. Así finalmente podrás decir con razón que conoces esa pieza como la palma de tu mano.

4. Aplica diferentes enfoques. Este punto es de los más importantes para que el estudio sea realmente productivo. Tuve una vez un profesor que ne decía que tocar en público es como tener en el aire un objeto precioso atado por hilos. Cada hilo es la asociación que yo haya hecho al estudiar un pasaje u otro. Si simplemente he leído solo tendré un "hilo", y si ese hilo falla en el momento de tocar en público, la interpretación se desmoronará. Pero si he estudiado un pasaje con diversos enfoques, es muy posible que si falla un "hilo" me pueda agarrar a otro. ¿A qué me refiero con distintos enfoques? He aquí algunas ideas.

Simple lectura de la partitura.
Buscar relación con acordes, escalas o tonalidades de lo que estoy tocando.
Comprensión de las estructuras armónicas que ocurren (cadencias, progresiones...).
Ayuda de la disposición espacial en el teclado (por ejemplo, saber que el 3 siempre cae en tecla negra en ese pasaje o cosas así).
Identificar imitaciones de las voces e intentar escucharlas.
En música polifónica escuchar el recorrido de cada voz e intentar cantarlo.
Estudio centrándose en la digitación.
Ser consciente de los movimientos interválicos entre voces (por ejemplo: "ambas manos hacen lo mismo", "el pedal va por terceras con la mano izquierda", o cosas así).
En pasajes rápidos que nos salen desiguales tomar consciencia de las simultameidades en diversos puntos de apoyo, por ejemplo en los tiempos fuertes del compás qué hay que sentir que se está tocando a la vez).

En general, cualquier enfoque que se te ocurra que se puede aplicar el estudio de un pasaje enriquecerá tu conocimiento de ese pasaje y por tanto la seguridad con la que lo tocarás finalmente.

5. Estudia de arriba abajo... ¡sin parar! Pero... ¿no has dicho antes que no hay que estudiar de arriba abajo?. En efecto, no lo recomiendo al principio, pero es imprescindible al final o en combinación con el estudio por partes, porque la realidad es que una pieza se toca de arriba abajo. Si siempre has estudiado por trozos y estos te los sabes "requetebién" puede pasar que al tener que tocar una obra larga sin parar te falle la concentración. El aguante, el no parar aunque me haya tropezado al tocar es algo que también hay que trabajar.

6. Memoriza, pero no mecánicamente. Y por último, recomiendo usar la memoria. Pero cuidado, no una memoria ciega que repite movimientos que hemos hecho muchas veces sin saber de dónde venimos ni a dónde vamos... Una memoria consciente, que ha comprendido los pasajes de la música que se va a tocar y los ha interiorizado (esto es casi inmediato si hemos trabajado con los diversos enfoques). Y sobre todo no una memoria que necesita mirar el teclado. Haz la prueba de tocar de memoria, con los ojos cerrados y mucho más despacio de lo que es la obra. Si te sale es que realmente la has memorizado.

Conclusión

En estos consejos se ve (si es que hasta ahora no os habíais dado cuenta) que el peor enemigo del estudio, aparte de la inconstancia y el desorden, es la impaciencia. Hay un viejo chiste de alpinistas que dice: Un alpinista dice a otro: "Todo el mundo quiere subir el Eiger", y el otro contesta: "¡No!, todo el mundo quiere haber subido al Eiger". Y es que puede pasar que uno se siente al órgano y de pronto se sienta como César Franck tocando en Sainte-Clotilde. Empieza a sacar registros con satisfacción y quiere que fluya música celestial de sus manos...

César Franck tocando el órgano de Sainte-Clotilde.
Foto: Wikimedia Commons

¡Pero no! La realidad es obstinada y suele ser que hay que estudiar en un pequeño instrumento y que no acaba de salirnos todo como queremos... hay que tener paciencia e ir aprendiendo las piezas poco a poco. Cuanto más experto seas menos tiempo te llevará, pero si en los inicios no estudias poco a poco y empiezas a toquetear más o menos la pieza entera simplemente conseguirás ir asimilando infinidad de errores que luego serán muy difíciles de erradicar.

Si has llegado leyendo hasta aquí es que ya tienes avanzado parte del camino de la paciencia... ¡Ánimo y a estudiar!